La Dama del Amanecer


La Dama del Amanecer 

Oigan la historia que les cuento,
por testigo pongo al tiempo, que así ocurrió:
el dios de la lluvia gemía y lloraba
y, por séquito, la niebla le acompañó.
 
Segundos antes de medianoche,
en la hora en que las brujas toman el té
donde el horizonte del bosque se esconde,
en un claro, un posada a lo lejos se ve.
 
Su nombre era Kelpie,
la dama del amanecer,
en la noche de los difuntos
se la puede ver.
Tu alma quiere poseer.
 
Dicen que vivió
atormentada
que su príncipe era
de los de prometer al meter
y una vez yacido olvidar lo prometido
y los nueve meses ni el pelo se dejó ver.
 
Su nombre era Kelpie,
la dama del amanecer,
en la noche de los difuntos
se la puede ver.
Tu alma quiere poseer.
 
Por conocer varón fue condenada,
enterrada en vida entre muros, Kelpie murió,
y desde aquel día su alma te guía
hacia la posada donde le conoció.
 
No beses su boca
si a medianoche tú la ves,
pues si acaricias esos labios
siempre morirás de pie
entre los muros, ya hay ciento diez.
 
Su nombre era Kelpie,
la dama del amanecer,
en la noche de los difuntos
se la puede ver.
Tu alma quiere poseer.
 
Su nombre era Kelpie,
la dama del amanecer,
en la noche de los difuntos
se la puede ver.
Añora un amor tener.
 

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